La vida no es fácil en las tierras sorianas al sur del Duero: la despoblación, el intenso frío invernal, las comunicaciones difíciles con carreteras sinuosas infestadas de corzos. No lejos de San Esteban de Gormaz, en tierra aún de la Denominación Ribera del Duero, se encuentra Morcuera, una población de apenas quince habitantes en temporada baja, que recibe al viajero con un abigarrado conjunto de bodegas y lagares.
Aunque no pasa por su mejor época
demográfica, el pueblo presenta una salud envidiable, con la mayoría de sus
casas –de sólida piedra caliza- restauradas, restos de una cierta producción
vinícola, tres enormes casas rurales para solaz de los visitantes, y un moderno
bar que ocupa la antigua escuela de niños y niñas, regentado por una pareja de
rumanos que despachan torrenos y
otros manjares de la tierra.
La mayoría del éxodo poblacional de Morcuera
se repartió entre Madrid y Barcelona, y la juventud que ha compartido los
veranos en la estepa soriana, se sigue reuniendo en una peña creada a tal
efecto dentro de un garaje particular. A pesar de la frondosidad de sus
encinares y sabinares, también hay tierras de secano, y alguno de sus
agricultores siembra cerca de mil hectáreas, junto a la caza una de las
actividades más lucrativas de los páramos castellanos; las (escasas)
actividades industriales más próximas se encuentran en la fábrica de baterías
de San Esteban, o la de componentes de automoción de El Burgo de Osma.
Demasiado poco para mantener una comarca que vive del turismo y en menor medida
del vino de la Ribera.
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