Imposible buscar un paralelismo mejor a la
actual situación de confinamiento por epidemia vírica: la gripe de 1918
ocasionó estragos en la provincia de Burgos, y casi todos hemos recibido en
nuestro whatsapp la imagen del Boletín Oficial Extraordinario de la Provincia
en el que se menciona que unos jóvenes de Los Balbases se contagiaron en la
función de Villaquirán, que tiene lugar por la Natividad de Nuestra Señora, en
septiembre, infectándose 800 de sus 1200 vecinos (hoy solo quedan 300, y este
descenso se debe a la despoblación, otra epidemia más silenciosa).
Encontramos noticias de aquella época en las
hemerotecas, como el primero de octubre del 18, cuando el Diario de Burgos nos informa de la habilitación de dos salas para
hospitalizar enfermos en el Hospicio Provincial (actual Centro Cívico de San
Agustín), al tiempo que el Diputado Provincial y médico Don Celestino
Hortigüela se presta a acudir voluntariamente a Los Balbases «para ejercer allí
su humanitaria profesión». Dos días después se anuncia la muerte de los
párrocos de este pueblo y de Renuncio, contagiados al prestar auxilio
espiritual a los enfermos, mientras el Ayuntamiento de la capital prohíbe el
paso de portugueses en trenes ordinarios, pues al parecer eran portadores del
virus. El día 4, La Libertad de Vitoria
anuncia 130 atacados en Peñaranda de
Duero, 300 atacados y 6 defunciones en Aranda, mientras que en Los Balbases la
situación parece mejorar.
Al día siguiente se acota el foco de
contagio, lo que hoy llamamos el «paciente cero», que no es otro que un obrero
de la vía férrea de Villaquirán, que había adquirido el virus de otro obrero
que trabajó cerca de la frontera portuguesa. Tras el tercer día de la función,
el virus se extendió por las localidades vecinas de Pampliega, Villanueva de
las Carretas, Los Balbases, Villaldemiro, Tamarón, Villazopeque e Iglesias. Los
mayores estragos los causó en Los Balbases, como se ha dicho, mientras que en
Villaquirán solo murieron ocho
personas, apostrofando el periodista que «es pueblo pequeño».
Pasando a la comarca Arlanza, de los nueve
fallecidos del 18 según el Libro de Defunciones de Quintanilla de la Mata,
cuatro fueron por gripe, entre el 27 de septiembre y el 20 de octubre de 1918,
concretamente un tejero de 40 años, un labrador de 36, y dos niñas de 2 años de
edad. En aquella época, la mortalidad infantil era elevadísima,
contabilizándose tan solo en los meses de mayo y junio de 1923 nada menos que
diez defunciones, correspondiendo nueve de ellas a infantes menores todos ellos
de ocho años de edad: bronquitis, colapso cardíaco, bronconeumonía, raquitismo…
Alejandra Martínez fallecía en 1928 a los 77 años, de sus once hijos solo
sobrevivieron tres.
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