Para llegar a Paúles desde Quintanilla,
tomamos el camino de las Hontanillas, atravesando primero la Cañada Real
burgalesa, y a continuación la vía del ferrocarril del directo Burgos-Madrid, que hoy por hoy solo opera convoyes de
mercancías para una empresa arandina. Por el camino de concentración vamos
dejando atrás numerosos majuelos hasta llegar a la surgencia del arroyo de
Valdeámete, que discurre entre junqueras hasta la pequeña localidad de Paúles.
No es extraño avistar corzos; tampoco cazadores mal camuflados que usan las
tenadas para darse buenos homenajes.
De Paúles del Agua destaca su iglesia
parroquial de San Mamés, su fuente medieval, y algunas muestras de conmovedora
arquitectura popular, como la foto de debajo. En el Catastro de Ensenada (1752)
declaraban medir las tierras de secano en fanegas, y las viñas en obreros, un
obrero se componía de 200 cepas. En aquella época vivían en Paúles 13 vecinos
(hogares), 4 viudas y 3 habitantes. El vecindario en 1905 según el anuario de
Riera se elevaba a la sorprendente cifra de 162 habitantes, un siglo después estamos en 14.
En este lugar también destaca una poderosa
vivienda semiarruinada, decorada con profusión de cruces, y fechada en 1651;
pudo pertenecer a algún clérigo o miembro de la Inquisición, en el Catastro se
cita a un tal Joseph Salazar, Presbítero residente en la ciudad de Logroño.
Esta mansión precisaría un poco más de atención y una urgente puesta en valor.
Una noticia del diario satírico El Papamoscas de 6 de marzo de 1898, daba
cuenta de que el canto de las marzas de aquel año «se había celebrado a tiro limpio en Paúles, sufriendo más
la casa de Santiago Martínez, aunque no hubo desgracias». Sin duda, alguien
desafinó un poco más de la cuenta…
Del cercano molino del Berral, tenemos
noticia de que estuvo en funcionamiento al menos hasta la postguerra, pues a él
acudían con pesados sacos de trigo los vecinos de Iglesiarrubia o Quintanilla
de la Mata, casi siempre con silenciosa nocturnidad para evitar las requisas.
El catastro cita en este término un «molino harinero del común, situado sobre
el Arroyancho, con una rueda. Muele
solo nueve meses al año por falta de agua. Pagan los vecinos diez fanegas de
pan medido, trigo y cebada, las mismas que si se arrendase». Hoy asistimos
desolados a su lenta ruina, ya despojado de su techumbre, con los adobes al
aire.
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