Mi madre aterrizó en este barrio
desde una aldea del valle de Valdeorras, en Orense; la de mi amigo Francisco, desde la
comarca de Sanabria, en Zamora, igual que la de Manuel, que procedía de Aliste;
las familias de Javier y Gabi procedían de la provincia hermana de Palencia; y la
de José Luis, de un pueblo remoto de Salamanca, junto a la frontera con
Portugal. Todos nos reunimos hace muchos años en Gamonal, jugando al fútbol en
la campa de Casa la Vega, bajando la basura antes de las diez para dejarla
junto a la farola, haciendo cola el 17 de enero para recoger en una cazuela los
humeantes titos de San Antón, y también en la fuente de piedra junto a la Peña Jóvenes de Gamonal, cuando había restricciones de agua corriente. Cada uno
presumíamos de nuestra barriada dentro del conglomerado urbano de Gamonal, los de
Juan XXIII, los de San Cristóbal, los de Capiscol, los de la Barriada
Inmaculada o los del G-9. Los edificios eran gigantescos bloques de colmenas, algunos
con más de cuarenta familias por cada portal, y no tengo apenas recuerdos de
columpios o toboganes, pero sí de amplios descampados, de baños en el río Vena,
de trozos de cristales rotos protegiendo las tapias bajas, de avisos de bomba
en el cole de Las Quemadas, y de
colas interminables de vehículos en la calle Vitoria, coincidiendo con las
fechas de verano, cuando los vehículos franceses de faros con luces amarillas
(en su mayoría emigrantes españoles, marroquíes o portugueses) atravesaban la
ciudad por el eje central de Gamonal. Me vinieron a la cabeza esas imágenes del
pasado cuando conocí el proyecto del Bulevar de Gamonal: filas de automóviles
largas como los días de un parado, y lentas como la recuperación económica de
este país.
Momento en que los vecinos impiden el paso de las máquinas, el 10 de enero de 2014
El tiempo nos fue dejando a cada
uno en un punto geográfico diferente, unos abandonaron la ciudad por motivos
laborales, otros compraron piso en las zonas de expansión de la ciudad
(eufemísticamente llamadas alfoz), y
yo continué viviendo en Gamonal hasta la fecha, más melting pot que nunca, justo encima de la denominada
zona cero, donde observé con incredulidad como las máquinas invadían la calle
Vitoria el día 9 de enero. El resto de la película es de sobra conocido, quizá
nunca una revuelta vecinal haya tenido tanto impacto sobre la opinión pública,
el pueblo quiere ser escuchado, y las algaradas callejeras han servido de caja
de resonancia para los vecinos del barrio, que es gente humilde, modesta, poco
dada a protagonismos, salvo que la ocasión así lo requiera, como ha ocurrido
hoy y ahora. El proyecto del Bulevar no ha sido explicado lo suficiente a los
vecinos, que creen que el barrio tiene otras necesidades más allá de estos
dispendios: la casa de cultura (municipal) se cae cacho a cacho, no hay dinero
para guarderías, no existen aparcamientos libres que cubran las plazas
eliminadas, y las viejas casas en ruina del pueblo viejo de Gamonal dan una imagen
pésima a los peregrinos que siguen el Camino de Santiago.
¿Y qué pensarán los peregrinos al
ver el chiringuito improvisado sobre la marquesina de la zona cero? La iglesia
gótica de la Real y Antigua de Gamonal fue sede episcopal antes que la
mismísima Catedral de Burgos, que se debía encontrar en obras, allá por el
siglo XII, ironías del destino, que ahora tengan lugar aquí las obras, en este
pueblón de abultada demografía que fue absorbido por la ciudad de Burgos en
1955, y donde muchos nos preguntamos si de verdad pertenecemos a la capital
cuando somos irónicamente deslumbrados por la
iluminación navideña, o nos mojamos los calcetines en los charcos permanentes
–casi lacustres, con fauna y flora propias- de las aceras correspondientes al
Colegio Florentino, los de Gradmontagne, o los del supermercado de San Bruno.
La curiosidad me hizo escuchar y ver algunas emisiones de medios de extrema
derecha durante los últimos días (me pregunto todavía cómo pueden existir estos
intoxicadores en un estado de derecho, que ha sufrido una Dictadura durante
cuarenta años), y me indignó que se nos tildara a todo el barrio de
«desgarramantas», violentos, extremistas, comunistas… cuando todos esos
adjetivos deben aplicarse al Gobierno que no escucha a los ciudadanos y que se
cree legitimado para todo por el hecho de disponer de mayoría, es lo que se
suele llamar «abuso de poder», y los ciudadanos están (estamos) bastante
hastiados de estas situaciones que se han repetido con impunidad, especialmente
durante los últimos años de democracia,
ésa es precisamente la llama que se ha prendido en Gamonal, la de la
indignación, la del hartazgo, la del «basta ya de abusos». No queremos un
Bulevar faraónico si no podemos llegar a fin de mes, pero queremos mejorar el
barrio y convivir en armonía con todos los vecinos de la ciudad, que se
eliminen algunos tópicos estúpidos como el del chándal o la inseguridad, jamás
he tenido miedo en esta ciudad de la que me siento orgulloso y que siempre he
llevado por bandera, al igual que mis amigos salmantinos, alistanos, sanabreses
o palentinos, somos de Gamonal y de Burgos, y nadie nos hará renegar de
nuestras raíces, ni medios de comunicación ni políticos miopes.
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